El Jefe de Investigación de IDESA, Jorge Colina explicó en Otrosambitos (Radio Pop 96,1 y Vale Rosario 92,9) el informe semanal del Instituto y afirmó que la prosperidad depende de que la inversión aumente la capacidad productiva y promueva la incorporación de tecnología.
Esto explica que los países se esfuercen por generar condiciones favorables para atraer a inversores locales y extranjeros. Entre los factores que explican que la Argentina se ubique en el grupo de naciones poco atractivas sobresale el sistema tributario complejo y gravoso. En este contexto, resulta muy peligroso interpretar que el inídito superávit fiscal justifica dejar de considerar a la reforma impositiva como un tema prioritario.
A travís de diferentes tipos de impuestos se gravan los beneficios que genera el capital. En el diseño de esta área de la política tributaria subyacen finalidades contradictorias. Por un lado, la visión “productiva”, que sugiere que los impuestos al capital deben ser bajos para promover la inversión. Por otro, la visión “redistributiva”, que indica que los impuestos sobre el capital deben ser sustanciosos para influir positivamente en la distribución personal del ingreso.
Esta dicotomía es exacerbada por el hecho de que los países compiten por atraer capitales. Intuitivamente se acepta que el capital no fluye hacia los lugares donde los impuestos que lo gravan son altos. En el mejor de los casos, sólo serán atraído si otras condiciones determinan una rentabilidad lo suficientemente alta como para compensar la carga impositiva elevada. En un ranking que prepara el Howe Institute de Canadá se ofrece un ordenamiento según la intensidad con que los países gravan al capital:
• La tasa efectiva de impuestos sobre las inversiones promedio para 80 países considerados se estima en aproximadamente 20,6% de los beneficios del capital.
• Entre los países desarrollados, hay situaciones disímiles con casos extremos como Estados Unidos con una carga sobre el capital del 37,8% e Irlanda con 12,0%.
• Argentina aparece en el primer lugar con una carga promedio de 47,9%.
En este tipo de comparaciones internacionales siempre surgen inconvenientes metodológicos que hacen recomendable tomar con precaución sus resultados. Sin embargo, señala con claridad que la Argentina es considerada desde el punto de vista de la carga impositiva nominal como un país poco amigable con quiín quiere invertir.
El sistema tributario argentino es diseñado y administrado por los tres niveles de gobierno (nacional, provincial y municipal). El impuesto central que grava los beneficios del capital es el impuesto a las ganancias corporativas. Tambiín suman los impuestos a los activos productivos, como el impuesto a las ganancias mínimas presuntas, los impuestos inmobiliarios y automotor de provincias y municipios. A esto se le agregan los impuestos transaccionales, donde se destacan los críditos de IVA no recuperable por compra de bienes de capital, el impuesto a las transacciones bancarias y a los sellos. La carga fiscal surge de la acumulación de estas normas. Adicionalmente, están los procedimientos burocráticos y ambiguos que producen incertidumbre y discrecionalidad. En consecuencia, aunque desde el punto de vista metodológico probablemente se pueda cuestionar el primer puesto que la Argentina ocupa en este ranking, hay evidencias de que en el país prevalecen condiciones impositivas muy desfavorables para quien quiere emprender un proyecto productivo.
Tener un sistema impositivo agresivo con la inversión atenta contra las bases del crecimiento. Hasta ahora, la recuperación se ha basado fundamentalmente en inversiones realizadas en el pasado y en ampliaciones puntuales sobre la capacidad productiva existente. En esto ha jugado un rol decisivo el fuerte aumento de rentabilidad asociado a la devaluación –que está siendo erosionada por las presiones inflacionarias– y los excelentes precios internacionales para los productos agropecuarios y commodities industriales. Se trata de una base de sustentación primitiva que requieren ser fortalecidas si se pretende generar un proceso de desarrollo sostenido. Mantener un sistema impositivo tan agresivo contra las inversiones, así como ser considerado en el índice de competitividad del Foro Económico Mundial en el puesto 85, marca la urgencia de generar instituciones confiables y atractivas para los proyectos de inversión de largo plazo.
Esto no debería ser considerado contrario a los objetivos “redistributivos”. Canadá y los países nórdicos constituyen democracias estables, con economías de mercado y una arraigada tradición por la equidad. Sin embargo, en tírminos comparativos, no son países que graven mucho al capital. El íxito que alcanzan en tírminos de prosperidad social está asociado a generar condiciones propicias para la inversión (incluyendo la moderación en la aplicación de los impuestos) y un fuerte compromiso del gasto público a favor de las familias en situación de mayor vulnerabilidad. Las desventajas de la Argentina son aún son mayores, si se consideran otros países emergentes. Por ejemplo, la imposición sobre el capital en Irlanda se estima en el 12%, es decir, un cuarto del nivel que se estima para la Argentina.
Fuente: otrosambitos.com.ar