Jaime Abut dijo en Otrosambitos (Pop Radio 96,1) que hay que recuperar la cultura del trabajo ya que es peor los inopcupables que los desocupados La nota completa.
¿Es factible el desarrollo en Argentina?
Con alguna objetividad, y no poca dosis de esperanza, nos atrevemos a responder afirmativamente al interrogante del título, aunque advertimos, que es menester asumir, que no será, ni tan fácil, ni tan rápido el logro de ese ambicioso objetivo. Dicho esto, aclaramos que pretendemos hablar de desarrollo y no de crecimiento, por atribuirle a aquíl, un carácter más cualitativo y abarcativo, en tanto que, a este último, uno más cuantitativo y parcial. Además, procuramos ocuparnos de desarrollo, como resultado de un proceso sistímico y estructural, perdurable, integral y sustentable.
Formulada esta introducción, digamos que si bien se hallaba inserta en un mundo y en un tiempo de menor y menos generalizado desarrollo relativo que el actual, nuestra Argentina conoció y vivió el desarrollo a comienzos del Siglo XX y, lamentablemente, es uno de los pocos casos que se registran de decadencia, al retroceder, desde entonces, persistente y sistemáticamente, de ese relativo desarrollo al penoso y de difícil resignación subdesarrollo comparativo de hoy, si nos atrevemos a referenciarnos con los mayores, mejores y más frecuentes ejemplos de desarrollo actuales
O sea que, con gran pesar, debemos reconocer que, mientras otros que estaban más rezagados, "se desarrollaron", nosotros, que estábamos más avanzados, "nos subdesarrollamos"; aunque hoy, con no poca generosidad y hasta cierta dosis de eufemismo, se hayan abierto categorías intermedias que agrupan a los calificados como de "en desarrollo" y "emergentes".
Aunque nos duela aceptarlo, somos, como caso de análisis y reflexión, prácticamente un "antimodelo", de cuyas fracasadas experiencias puede aprenderse, no imitando todo lo erróneo, que sí hicimos y aplicando, contrariamente, todo lo acertado, que no hicimos, y que pudimos, y hasta debimos haber hecho.
Si nos decidimos a ejercitar una sincera autocrítica, para no atribuir esa involución relativa, sólo o principalmente, a causas exógenas y menos aún, a acciones conspirativas en nuestro perjuicio, sino a factores mayoritariamente endógenos, podremos iniciar el recorrido de la única vía que nos conducirá a procurar, maduramente, una necesaria, aunque demasiado demorada, rectificación, hasta con el consuelo de que debería aprenderse aun más de los propios errores que de los propios aciertos.
Dada la evidencia de que ese desarrollo relativo argentino, se ubica en nuestro lejano pasado, y no en nuestro actual presente, deberíamos comprometernos a recuperarlo, lo más pronto posible, para lo cual, intentaremos sintetizar algunas condiciones, más enunciativas que exhaustivas, que hagan factible esa recuperación.
Entendiendo el desarrollo, con la caracterización señalada, estamos convencidos que, para su consecución, como logro posibilista de emprendimiento social, y no como determinismo, ni natural, ni, menos aún histórico, se necesita de:
1) Liderazgo ejemplar, con vocación y compromiso de servir, que convoque a la grandeza, a la unidad en la diversidad y a la excelencia, con iniciativa, innovación emprendimiento, creatividad y con propensión al cambio y al riesgo acotado. 2) Proyectos ambiciosos, desafiantes, factibles, integradores, que compatibilicen sinírgicamente los personales con los colectivos, los públicos con los privados, los regionales con los sectoriales, en una proyección plural e intertemporal, si no concebimos el futuro, como mera extrapolación lineal del presente, y sí, en cambio, al presente como anticipación descontada y discontinua del futuro. 3) Confianza propia, sin la cual no es posible pretender la ajena. 4) Autoestima no complaciente, para poder ser merecedores de estima, preservando la identidad que nos caracteriza y referenciándonos, asociándonos y compitiendo con los mejores. 5) Vigencia plena de las instituciones y del estado de derecho con leyes justas y generales, que salvaguarden el bien común y la paz social. 6) Seguridad jurídica, con efectiva independencia del Poder Judicial. 7) Protección del derecho de propiedad. 8) Sistema político participativo, donde los representantes elegidos, prioricen el interís y el bienestar de los representados, electores y no electores, antes y por encima de los suyos propios, estableciendo reglas de elegibilidad, para que deban ser elegidos los mejores. 9) Previsibilidad, con estabilidad de reglas de juego y continuidad de códigos y políticas públicas y privadas, que hagan factible el cálculo económico, estimulen una visión y proyección estratígica y de más largo plazo y alienten las inversiones de riesgo, de la más alta rentabilidad, individual y social, más preocupados por la lateralidad, horizontal y totalizadora, que por la causalidad, vertical y secuencial. 10) Transparencia en la gestión pública y privada, para responder a las expectativas e intereses, no propios con adecuada y oportuna información, control y rendición de cuentas. Tales requerimientos, mayormente extraeconómicos, harán tolerables los riesgos económicos, mercadológicos y tecnológicos, inherentes a las inversiones, posibilitando, incluso, su financiamiento, con el ahorro propio y el ajeno, además de la autogeneración de recursos derivados de la rentabilidad, en la medida en que la confianza y la predecibilidad en el futuro, les den justificación y sustento, así como alta y continuada valoración social.
Solo así, un dinámico sistema económico, podrá tener apropiada integración con el equitativo sistema social, abierto, con igualdad de oportunidades y movilidad socio-económica ascendente y reducción persistente de la pobreza y de la indigencia estructurales, que motiven y posibiliten la necesaria capitalización, que comienza con la humana y la social, para concluir con la económica, en el marco de las condiciones que plantean las restricciones climáticas, de materias primas, de agua potable y de la acelerada obsolescencia de los avances científicos y tecnológicos, que tanto afectan la igualdad de oportunidades.
Porque estamos persuadidos que el capital humano, se traduce básicamente en educación, cultura, salud, aptitud laboral, inclusión y vivienda, si nos preocupamos más por los inocupables que por los desocupados, mientras que el capital social se verifica en asociatividad, fines y valores compartidos, respeto mutuo, tolerancia con lo diverso, cohesión, solidaridad, responsabilidad, compromiso, pertenencia, confianza recíproca y cumplimiento de las normas, no sólo de las escritas, fundamentales, de derecho positivo, contractuales y convencionales, sino, tambiín de las consuetudinarias.
Preservar y acrecentar el capital humano y el social, es pues, condición prioritaria y necesaria, para alentar y factibilizar las inversiones económicas (productivas e infraestructurales), así como las financieras, científicas y tecnológicas, al reducirse el riesgo sistímico y social, cuya consideración y evaluación, es previa a la ponderación del riesgo económico, para viabilizar el mejoramiento continuo de la productividad y de la competitividad, en un más extendido horizonte de planeamiento.
Confiamos que la recuperación, en un tiempo no tan lejano, del desarrollo relativo que supimos tener, se logre por el compromiso y las acciones pertinentes y perseverantes de todos y de cada uno, con la disciplina y equilibrios macro y micro, económicos y sociales, públicos y privados, internos y externos, en un proceso endógeno y capilar, desde adentro hacia fuera y desde abajo hacia arriba, como todo lo natural, en paz social, con el protagonismo de hombres libres, que aspiren y se comprometan con sus propia autorrealización y con la búsqueda de un futuro mejor compartido, en un ámbito en el que prevalezca la meritocracia, con un justo y ejemplar sistema de premios y castigos, aprendiendo y aplicando el conocimiento
Fuente: otrosambitos.com.ar