El mandatario ruso Vladimir Putin se ha alineado abiertamente con las posiciones de Hezbollah respecto del futuro del presidente sirio, Bashar al Assad. Putin ha declarado que el objetivo de EEUU es derrocar al presidente sirio, tal como lo asevera la cúpula del grupo político terrorista libanés Hezbollah.# "Sostengo que eso es lo que parece según las conversaciones que hemos llevado adelante con los estadounidenses en las últimas semanas", declaró Putin en el Foro Anual del Club de Debates Valdái.
En la misma línea, Putin subrayó: "Nuestro objetivo es vencer el terrorismo ayudando al presidente Assad y a sus aliados en el campo de batalla –Hezbollah e Irán– para alcanzar la victoria sobre el terror y crear condiciones para comenzar a construir exitosamente un arreglo político".
A juicio de Putin, "esta es la única salida a la crisis y a la guerra civil siria". Gusten o no a los occidentales las conductas y acciones políticas de Putin, es innegable que el mandatario ruso es uno de los jugadores más relevantes en el tablero sirio en los últimos tres años.
Al mismo tiempo y en consonancia con las declaraciones esgrimidas por Putin, el vicecanciller ruso Sergei Ryabkov dijo en una entrevista con la agencia RIA Novosti que "las políticas rusas para Siria están más cerca de Hezbollah e Irán que de los EEUU". Por lo que es improbable que Moscú coincida con los estadounidenses en lo que respecta al futuro del presidente sirio, Bashar al Assad. "Difícilmente superaremos nuestras diferencias con los colegas de Washington y de otras capitales que consideran que todos los esfuerzos hacia la paz en Siria deben basarse en la consabida frase de que Assad debe irse", declarí Ryabkov.
Funcionarios norteamericanos han negado, hasta el momento, cualquier acuerdo con Rusia sobre el destino de Assad. "En este aspecto es difícil coincidir con los colegas rusos que apoyan las posiciones del grupo terrorista Hezbollah en la defensa de la continuidad de Assad", señaló la Casa Blanca. "No sólo porque tal planteamiento contradice nuestra doctrina de política exterior que rechaza los gobiernos dictatoriales y sus maniobras encaminadas a sojuzgar a sus pueblos, sino también porque semejantes exigencias sabotean cualquier proceso político en Siria en la medida que un grupo terrorista paraestatal como Hezbollah, fiel representante del régimen de Teherán, pretende convertirse en árbitro de un eventual futuro proceso de pacificación en Siria", agregó.
El vicecanciller Ryabkov instó a Washington a "aplazar el tema de la salida de la crisis siria y permitir que las partes de las negociaciones intersirias determinen ellas mismas cuándo y cómo volverá a plantearse antes del final de la tregua militar que aún se mantiene en vigor".
La posición de varios países occidentales acompaña la postura de Washington y pide que Assad se vaya del poder para contribuir al arreglo del conflicto sirio. Esto no ha sido receptado positivamente por Moscú, que se lo ha hecho saber tanto a Alemania como a Francia. París respondió en la misma línea que lo expresado en diciembre de 2015, al ratificar que Assad debe dejar el poder, incluso ofreciendo asilo al presidente sirio y su familia. Francia basa su posición en que también los partidos de oposición sirios vinculan el diálogo sobre un arreglo político considerando la destitución de Assad.
El negociador jefe del Alto Comité de Negociaciones, Mohamed Alush, declaró que "el período de transición no puede comenzar en Siria sin la dimisión o la muerte del actual mandatario". A lo que Moscú respondió lo mismo que ha sostenido en otras ocasiones: "Que sólo el pueblo sirio está facultado para determinar el futuro de Assad y de otros dirigentes del partido gobernante Baath". Mientras Hassan Nasrallah, el líder de Hezbollah, amenazó a Alush en duros términos y respondiendo que quien acabará muerto será él si continúa confrontando al legítimo presidente de siria.
Lo concreto es que Rusia, EEUU y la comunidad internacional deben comprender que nadie, ni desde adentro ni de afuera, ha sido lo suficientemente fuerte como para lograr una victoria, al tiempo que ninguno de los bandos en este conflicto son lo suficientemente débiles como para ser derrotados.
Miles de vidas se podrían haber salvado si la comunidad internacional hubiera actuado, en 2011 o en 2013, cuando se usaron armas químicas en Siria. Sin embargo eso no sucedió, Assad continúo bombardeando indiscriminadamente, torturando hasta la muerte, cometiendo crímenes de guerra y aún no hay ninguna acción de la comunidad internacional. Los combatientes islamistas sacaron ventaja de este escenario de apatía de los países centrales y aunque generaron cierto vacío de poder en algunas zonas, no hirieron mortalmente al régimen, permitiéndole a Assad mostrarse como la última esperanza para la estabilidad de la destruida Siria.
La estrategia de Assad ha sido consistente: hacer lo necesario para asegurar la supervivencia del régimen. Este ha sido un enfoque que funcionó para su padre (Haffez al Assad), acusado de sacrificar a decenas de miles de sirios y de libaneses en la década de 1980 mientras el mundo miraba hacia otro lado.
No hay duda de que el régimen actualmente se encuentra debilitado, pero aún se las arregla para confundir los pronósticos de su inminente colapso; en parte, debido a sus poderosos patrocinadores: Rusia, Irán y los combatientes del Hezbollah libanés; pero también por las divisiones existentes entre sus enemigos.
El ex embajador estadounidense Ryan Crocker está entre quienes exhortan a Occidente a reconsiderar lo impensable: una futura Siria aún controlada por Assad. Crocker sostiene esto incluso contra la posición del presidente Obama. Por eso no es extraño que si prospera el proceso de paz en Suiza, la estrategia brutal –aunque hasta ahora exitosa– de Assad se enfrente a su prueba más grande, pero con posibilidades de sobrevivir políticamente.
Lo concreto es que para resolver el conflicto sirio, Occidente debe tener presente el caso de Irak. La lección de Siria es que allí están en juego profundos intereses y conflictos entre corrientes históricas: Arabia Saudita – Qatar – Irán, sunitas contra alawitas y chiitas y, por si fuera poco, también kurdos contra árabes y turcos.
El modo de detener la guerra siria y pacificar el país debe partir de un marco legal que proporcione y asegure a los alawitas que no habrá venganza contra ellos en la era post-Assad.
Siria es el espejo de Irak y la única forma de ver allí una transición moderada y pluralista es con un acuerdo y un programa consensuado por medio de una resolución de Naciones Unidas respaldada por Rusia y EEUU como árbitros que seduzcan, convenzan y obliguen a todas las sectas religiosas a recomenzar una convivencia juntas, no con los terroristas de Hezbollah ni de ISIS como actores fundamentales.
Rusia, EEUU y la Unión Europea deben comprender que no pueden cambiar sus políticas regionales sin pagar el precio por ello. La guerra siria sólo puede ser suprimida, sencillamente porque nadie la puede ganar. Eso es el Oriente Medio y el Mundo Árabe hoy.
Es hora de que Occidente entienda ese punto y se pregunte qué fines desea y persigue en la región. Y en tal caso, más nos vale que escojan los medios adecuados para alcanzarlos, nos gusten o no, porque lo que allí suceda generará tremendas implicancias en todo el mundo, y nadie será ajeno a ellas, incluso América Latina en general y la República Argentina en particular.
Fuente: otrosambitos.com.ar