El economista Walter Graziano dijo en Otros Ambitos (Pop radio 96,1) que si hubo un factor que gatilló la aparición de la crisis en Argentina fue el rápido crecimiento de la deuda pública, la cual, con su contracara de ingreso de capitales golondrina y sumada a las altísimas tasas de interés en pesos determinó la actual situación de estar en la antesala de la cesación de pagos, que solo pudo ser evitada, hasta el momento, merced al acuerdo con el Fondo Monetario.#
Pero ese acuerdo con el FMI es solo un arma transitoria: su primer desembolso de u$s15.000 millones a mediados de junio fue voluminoso y permite que el BCRA venda divisas prestadas a un ritmo de u$s100 millones diarios. Pero desde el próximo desembolso el ingreso de dólares del FMI va a ser notablemente mucho más escaso. Ocurre que aunque la cifra total del acuerdo llega a los u$s50.000 millones, el mismo se estira hasta mediados de 2021, por lo que van a ingresar u$s3000 millones por desembolso, a un ritmo de u$s1000 millones mensuales lo que no va a alcanzar para pagar los vencimientos de deuda pública totales. Ni qué hablar de vender dólares en el mercado para calmar al dólar, lo que solo podría lograrse merced a un conejo que saquen de la galera las autoridades del FMI de acuerdo con nuestro BCRA, cosa que por ahora no se ve.
Es visible entonces que el Estado ha ingresado en una muy precaria zona de solvencia: a duras penas puede renovar una parte de las Letes que vencen pagando rendimientos de casi el doble de los que se pagaban hace solo meses atrás. El BOTE 2020 puede ser colocado con cuentagotas gracias a que sirve para constituir una franja especial de encajes creada desde el BCRA. Solo generando muy imaginativas – y riesgosas- nuevas fuentes de financiamiento es que el Estado puede tomar algunos fondos del mercado. Nos referimos específicamente al Bono Dual 2020 que ofrece el más alto rendimiento entre tasa de interés y tasa de devaluación. Pero este tipo de bonos que no emiten los demás países del mundo pueden tener corta vida como metodología de contraer deuda dado que es muy dudoso que no aparezcan críticas de viva voz que impidan al Estado seguir financiándose así.
Sin embargo, analizar las finanzas públicas y nada más encierra el problema de que no es posible predecir por esta sola vía lo que puede ocurrir con la economía del país porque se omite el análisis de endeudamiento del sector privado.
Ya sabemos que la montaña de Lebac que se generó hasta febrero de este año marca a las claras que el Estado estaba incrementando su insolvencia por vía doble: porque no cesaba de tomar deuda a alto ritmo y porque la devaluación que seguiría este proceso haría muy pesado el repago de la parte de la deuda pública en dólares. Pero, ¿Y el sector privado?
Por suerte, el sector privado muestra mejores guarismos que el público. Desde 2015 a 2018 el endeudamiento del sector privado en pesos creció un 140%, mientras que el dólar aumentó un 136% en el mismo período, y si bien el crédito en moneda extranjera se multiplicó por diez entre 2015 y 2018 en el sistema financiero, el total a enero de este año solo llegaba a u$s16.500 millones, reflejando la capacidad prestable de los argendólares a empresas relacionadas con la exportación.
Experiencias
Vale decir entonces que el sector privado se salvó de generar condiciones para su insolvencia aprendiendo de experiencias pasadas. Los ejecutivos de empresas privadas advirtieron con claridad que los episodios de euforia financiera e ingreso de capitales golondrina va sucedido de enormes crisis que barren con los endeudados en divisas. Las empresas se han resguardado entonces de caer en la misma dulce tentación en que cayó el Estado.
¿Implica ello que esta crisis pasará sin afectar al sector privado? Lamentablemente el hecho de que las empresas privadas tengan como punto de partida en la crisis un nivel de endeudamiento que no es estratosférico no significa que esté a buen resguardo de caer en la misma crisis que el Estado. Ocurre que el nivel de deuda en pesos anterior a esta crisis en el sistema financiero llegaba a los 1434 miles de millones en enero pasado, vale decir algo más de u$s 73.000 millones. Y aunque en un primer momento ese stock de deuda se alivió con una muy fuerte licuación producto de la suba del dólar y de la tasa de inflación, los estratosféricos rendimientos en pesos que existen desde este año van a afectar el nivel de solvencia de muchas empresas del sector privado cuyo margen de rentabilidad se ve reducido hasta ser en muchos casos negativos debido al efecto en pinzas del alza en las tasas de interés de su deuda y a la paralización de ventas que ya se está comenzando a experimentar en la economía. Si la devaluación es seguida por una dura y prolongada recesión el sector privado saldrá tanto o más dañado que el sector público porque no hay un Fondo Monetario de empresas que venga en auxilio y ponga los pesos y los dólares que las empresas deben al sistema financiero.
Este factor se ve agravado por una cuestión adicional: cuando las tasas de interés son bajas, la dispersión entre los rendimientos que paga una empresa de primera línea y una de tercera línea es apenas de unos pocos puntos anuales. En cambio, cuando las tasas de interés suben y suben como este ha sido el caso la dispersión entre las tasas de interés que paga una empresa de primera línea y una de tercera línea es de varias decenas de puntos porcentuales anuales haciendo que el crédito se torne en ruinoso de forma segura. Ni que hablar en los casos de empresas de cuarta línea que directamente se ven obligados a liquidar los stocks de sus activos porque seguir operando ya no es rentable bajo ninguna circunstancia.
Es probable entonces, que el hilo conductor que va de la falta de solvencia del Estado al sector privado se corte por lo más fino: son las PYME las que pueden caer en la insolvencia con relativa facilidad con las actuales tasas de interés que pagan, que pueden ser cómodamente de más del 60% y del 70% anual de persistir los actuales rendimientos dispuestos por el BCRA. Luego la insolvencia iría en cascada: de las PYME se va transmitiendo a empresas medianas primero y más grandes después porque las mismas no pueden recuperar el crédito comercial otorgado a las pymes y porque estas dejan de ser proveedores de empresas más grandes al no poder operar.
A no engañarse entonces: si bien el nivel de deuda en pesos del sector privado no había venido creciendo de manera descontrolada antes de la crisis, y además el mismo fue en primera instancia licuado por la devaluación y la inflación, la posterior suba de tasas para impedir que el dólar siga subiendo asfixia la rentabilidad de las empresas, comenzando por las pequeñas y terminando por las grandes. Hay que ver entonces, a fines de la recesión que está comenzando, cuantos y quienes llegan vivos a la playa tras el naufragio.
Fuente: otrosambitos.com.ar