Las elecciones legislativas suecas han dejado un panorama desconcertante y emociones contradictorias. Por un lado, los socialdemócratas han sido el partido más votado, pero con sus peores resultados desde que el sufragio universal masculino se introdujo en 1911. Por otro, los antiinmigración y anti-UE Demócratas de Suecia (SD) han sido quienes más han crecido, alcanzando cotas impensables hace dos legislaturas, cuando luchaban por superar el umbral del 4% para entrar en el Parlamento, y tanto medios como el resto de formaciones les hacían el vacío por "racistas".Sin embargo, entre los socialdemócratas del todavía primer ministro, Stefan Löfven, se percibía una sensación de alivio.# No se produjo el batacazo que auguraban los sondeos: del 31% del voto de hace cuatro años se ha pasado a un 28,4%. En el SD de Jimmie Åkesson, en cambio, reinaba una cierta decepción. El 17,6% supone un incremento de 4,7 puntos respecto a 2014, menor de lo esperado y que no permite el ansiado 'sorpasso': adelantar a los moderados de Ulf Kristersson para convertirse en el segundo partido del país. Kristersson, pese a perder aún más apoyo que los socialdemócratas, se quedó en un 19,7% -3,5 puntos menos-, que por lo menos le evita la humillación de verse sobrepasado por el SD. En principio, Löfven seguiría al frente del Ejecutivo, ya que el bloque de izquierda (socialdemócratas, extrema izquierda y verdes) supera por dos escaños (144-142) y tres décimas (40,6%-40,3%) a la alianza de centroderecha (moderados, centristas, liberales y cristianodemócratas). No obstante, el fiasco de los verdes, socios de gobierno y que sólo han alcanzado un 4,4%, complica esta opción, ya que un respaldo de sólo un tercio del Parlamento se antoja excesivamente precario, incluso añadiendo a la extrema izquierda, que llegó al 7,9%. Mucho más fácil lo tendría Kristersson de aceptar el "apoyo pasivo" del SD. De momento, sus aliados centristas y liberales lo rechazan de plano. Una tercera posibilidad sería un Gobierno de consenso encabezado por la centrista Annie Lööf, que ha pasado de un 6,1% a un 8,6, aunque tampoco solucionaría el problema de la debilidad. Así las cosas, el futuro de Suecia depende ahora de la actitud que adopte el centroderecha ante el SD. Moderados y cristianodemócratas han indicado tímidamente que quizá no sería mala idea aceptar alguna forma de colaboración con Åkesson. Cabe destacar que estas cuatro formaciones más el SD suman el 58% del voto.Pese a la relativa decepción, Åkesson ha sido el triunfador de las elecciones. Ningún partido ha crecido tanto como el SD. Su objetivo declarado es ser algún día primer ministro. Una posibilidad que todavía parece muy lejana. Más realista resulta el deseo de replicar el papel que el también antiinmigración Partido Popular Danés (DF) desempeña en Dinamarca: un ineludible socio parlamentario sin el cual ningún Gobierno de centroderecha sería posible, con lo cual logra que gran parte de sus políticas se acaben implementando.Dos obstáculos importantes impiden, de momento, este escenario. Primero, el DF no es tratado como un apestado por el resto de partidos, como aún ocurre con el SD. Nadie le llama ya racista; mantiene buenas relaciones tanto con liberales, en el Gobierno, como con socialdemócratas, principal grupo de oposición; e incluso ha colaborado con la extrema izquierda en asuntos puntuales. Prueba de su integración en el sistema es que su líder histórica, Pia Kjærsgaard, es la presidenta del Parlamento danés. Segundo, la razón por la que el DF nunca ha entrado en un Ejecutivo es que no es europeísta. Está en contra del euro, de Schengen y de esa Unión más estrecha que propugna Bruselas. Es fervorosamente euroescéptico, pero no anti-UE. Considera que el abandono de la Unión no sería actualmente beneficioso para Dinamarca. El SD, en cambio, clama por un swexit que culmine con la salida de Suecia, postura totalmente incompatible con un Gobierno pro-UE.Diferencias de matiz aparte, los resultados de las legislativas subrayan que la existencia de un influyente eje antiinmigración en Suecia y Dinamarca es indiscutible. Hace no mucho, la relación entre el DF y el SD era cordial, pero algo distante. Los nacionalistas daneses estimaban que los suecos seguían siendo demasiado extremistas y no querían que se les asociase demasiado con ellos. El cambio de actitud ahora es evidente. El DF se atrevió hasta a insertar un anuncio en el diario sueco Expressen en el que pedía el voto para el SD bajo el título: "¡Dejad que viva la democracia – Que todos los suecos sean escuchados!".Su líder, Kristian Thulesen Dahl, tampoco regatea ya elogios a Åkesson: "Siento gran respeto por su labor para expulsar a los extremistas del SD. Ha conseguido que el sueco medio pueda apoyar a su partido". El pasado abril, Thulesen y Åkesson visitaron juntos Rosengård, el conflictivo distrito de Malmo donde el 86% de la población es de origen extranjero. "Me pareció que no estaba realmente en Suecia. Es una evolución que da miedo: no debemos acabar como ellos", declaró el danés. Puede que Åkesson resulte ahora más presentable para el ciudadano medio, pero no para el resto del espectro político sueco. En el primer debate de la campaña, se dirigió al resto de líderes: "¿Por qué no queréis colaborar conmigo?". Le respondió la cristianodemócrata Ebba Busch Thor: "No lo haré hasta que limpies tu partido". Para el jefe del SD resultará decisivo, si quiere algún tipo de influencia real, que consiga limpiar de verdad su organización de elementos radicales. Algo que ha intentado en los últimos cuatro años, pero que sigue dándole quebraderos de cabeza. Poco antes de las elecciones, nueve candidatos del SD a las municipales, que se celebraban al mismo tiempo, tuvieron que retirarse tras revelarse que habían pertenecido a organizaciones neonazis. No ha dimitido, sin embargo, Bengt Hansves, candidato municipal y regional, que en una entrada en Facebook escribió que "los zoomalíes (por los somalíes) son incompatibles con la cultura sueca".
Fuente: otrosambitos.com.ar