Juan Pablo Chiesa: “La presión de los sindicatos ya es de corte mafioso”.

El economista Tributario y abogado Juan Pablo Chiesa dijo en Otros Ámbitos (Del plata Rosario 93.5) que el país necesita una reforma tributaria y explicó como hacerlo.

La situación fiscal de nuestro país en los últimos años podría resumirse en tres cuestiones centrales: gasto público en niveles feroces, alta presión tributaria con impuestos de baja calidad, y un severo desequilibrio fiscal, lo cual ha requerido sucesivamente de financiamiento inflacionario vía emisión monetaria y/o endeudamiento.

El sistema tributario argentino se caracteriza por su complejidad, ineficiencia, falta de equidad y elevados niveles de evasión que llevan a la gran informalidad, el peor de los males del derecho tributario. Para sentar las bases de una reforma integral que se sostenga a largo plazo, deben contemplarse todos esos aspectos.

En la Argentina tenemos 163 impuestos, miles de regulaciones y una burocracia feroz que nos devora todos los días. No obstante, el 95% de la recaudación del tesoro nacional se concentra en tan solo 10 impuestos.

Esto refleja no solo la complejidad y la brutalidad de los impuestos en nuestro país, sino también el poco respeto a los principios rectores del derecho tributario. Esta realidad nos invita, no solo a los especialistas en la materia, sino también a gran parte de la sociedad, a una rebelión impositiva.

A los bienes y servicios: el mayor es el impuesto al valor agregado, también denominado “IVA”. Este tributo afecta directamente a los sectores de menos ingresos que consumen la mayor cantidad de servicios básicos primarios. A su vez resulta costoso para las sociedades comerciales y contribuyentes autónomos generando menos competitividad entre estos sectores. Integran también esta primera característica el impuesto a las bebidas alcohólicas, combustibles, cigarrillos, entre otros.
A los ingresos, beneficios y ganancias de capital: acá encontramos el impuesto a las ganancias, creado por la Ley N°20.628, es un tributo nacional y anual que grava la obtención de una renta o salario. Dentro de esta categoría se encuentran las contribuciones a la seguridad social, impuesto necesario pero distorsivo, asfixiante y poco equitativo.
A la propiedad y a la riqueza: impuestos a los bienes personales e inmobiliarios. Esta es una característica muy dinámica y volátil, puesto que es usual la creación de impuestos que nacen con carácter temporario en un contexto económico determinado y luego permanecen fijos en nuestro sistema tributario.
Al comercio y a las transacciones internacionales: aranceles a las importaciones y exportaciones, llamados socialmente “retenciones”. Así como el porcentaje de alícuota de los productos primarios más importantes como la soja, el maíz y el trigo, entre otros.
Como mencionamos en la tercera categoría, nuestro sistema tributario se nutre de impuestos que nacen con fines recaudatorios en épocas de emergencia y luego perduran en el tiempo, se trata de impuestos confiscatorios.

Esta enorme estructura impositiva presenta altos grados de regresividad ya que se le cobra más a los que menos tienen, desproporcionalidad en la aplicación de los tributos, y un rasgo distorsivo que afecta a los precios del mercado de los productos, sin ningún criterio de orden público.

Es imposible modificar la estructura impositiva actual si no bajamos la tasa de informalidad y evasión con políticas públicas, reales y eficientes.

Para esto es necesario una reforma tributaria gradual, precisamente bajo los principios rectores del Derecho Tributario, capacidad contributiva, equidad, razonabilidad, progresividad, entre otros, y que simplifique el sistema tributario argentino, que estimule la inversión privada y la competitividad, fomentando el equilibrio y aumentando altamente la formalización de la economía.

Debemos ser conscientes que “sin empresas no hay empleo”, “sin empleo no hay consumo”, “sin consumo no hay economía” y sin estos factores, no hay país serio que resista análisis. Seamos capaces de comprender lo que somos para poder llegar a transformar esta penosa realidad con un Estado distinto y con un futuro amigable para las generaciones venideras.

Cada emprendedor, comercio o pymes que cierra sus persianas se configura en una nueva familia más cerca de la pobreza.

Nuestro sistema tributario requiere de una reforma. Se trata de sentar las bases del sistema tributario para las próximas décadas, que no deberían estar aisladas de un acuerdo fiscal federal mucho más amplio.

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