El abogado Ricardo Monner Sans habló en Otros Ambitos (Pop Radio 96,1) sobre la renuncia de Carlos Fayt y el articulo que escribió sobre eso.
Fayt: cuando se retira un grande
Cuándo nos conocimos, Carlos? Yo creería que alrededor de 1956, en lo que quedaba del subsuelo de la Casa del Pueblo del viejo Partido Socialista, saltando entre los escombros de los incendios provocados por los oficialistas del tramo político del primer Perón: abril de 1953. Era, cuando nos conocimos, en el momento en que sesionaba el Congreso de la Federación Socialista de la Capital Federal. Entrí a las deliberaciones representando a la Seccional 19ª del PS, en los tiempos en que los partidos políticos se nutrían de reales afiliados, quienes –en el nuestro- teníamos voz y voto porque no flotábamos en el “espacio” (palabra que ha permitido suprimir ideas y acoger acomodamientos hacia el poder).
No pensábamos lo mismo Carlos, pero me asombró la manera en que te expresabas: el culto a la palabra que reflejaba pensamientos sólidos. Un apego a la creencia en el progreso desde la concepción constitucional, recreando la responsabilidad de cara al futuro. Los entonces jóvenes empezábamos a intentar el viraje partidario porque intuíamos que, por aquel entonces, para muchos el antiperonismo era la manera de ocultar el antiobrerismo.
Mi memoria dice –no creo equivocarme- que hablaste en muchos actos levantados a pulmón en las esquinas de Buenos Aires, porque nuestra escualidez de recursos no permitía otra cosa. Por el resto, la gente se agrupaba alrededor de la tribuna, y nos daba fuerza para repensar el país. Vos no la necesitabas de manera especial, porque tu oratoria era un canto a la esperanza. Te estoy viendo en actos en favor de la fórmula presidencial Palacios-Sánchez Viamonte (1958) y a favor de la candidatura de Alfredo Palacios a senador nacional. No ocultabas tu alegría por nuestro triunfo en 1961 y hasta tuviste algunas palabras que me emocionaron cuando me tocó hablar en el cierre de la campaña de 1961.
Más adelante, las divisiones del Partido Socialista no nos tuvo en la misma vereda. Pero el que quiera escribir la verdad de aquel tiempo, sabrá que en todos los miembros partidarios primaba aquello de “manos limpias y uñas cortas”. No precisamente como ahora, querido Carlos.
Tu labor en aquella Asociación de Abogados de Buenos Aires fue notable. Tu labor como escritor ha trascendido nuestras fronteras. Tu concreta tarea como abogado –inclusive poniendo tu cuerpo y tu firma, en momentos en que muchos miraban hacia otra parte. Tu incansable elocuencia en la campaña provincial de tu Salta natal. Tus clases públicas en las plazas argentinas.
Luego, ya en la Corte Suprema desde 1983, haciendo de la libertad el bastión central. Por sobre todo, la importancia de tus pronunciamientos en derredor de la libertad de expresión. Hace poco, aguantando a pie firme a los miserables de turno que te quisieron expulsar por la ventana y luego desaparecieron sin siquiera pedirte perdón.
Dos veces, solamente, te entrevistí en tu despacho, porque me llamaste para regalarme sendos libros. Nunca te fui a ver por un caso mío en la Corte. Varias veces nos cruzamos en los pasillos del Tribunal y tenías la generosidad de alentarme en la lucha contra la corrupción.
Veo tu texto de renuncia, creándose la vacancia de tu cargo a partir del 11 de diciembre próximo. Algunos sostienen que debió llevar la fecha de ese 11 y no la de ahora y algunos no entienden de la letra cursiva pre-impresa con la que se aclara tu nombre y apellido. Asistiremos a los dimes y diretes por el cargo que dejas porque muy pocos sabemos que son tiempos del silencio. Cuando se retira un grande de la función pública, que callen los artífices de la trenza o los aspirantes a estatua. Porque ya casi no quedan grandes.
Fuente: otrosambitos.com.ar