El texto de The Economist comienza con una anícdota que supuestamente ocurrió hace unos años, cuando durante una cena en la Quinta de Olivos hubo una "pelea entre el presidente Nístor Kirchner y uno de sus ministros", que optó por desairar al matrimonio presidencial y abandonar la velada Al parecer, el entonces jefe de Estado le pidió que regresara Pero antes que se sentara, fue Cristina Kirchner quien lo frenó y le dijo: "Quien se levanta una vez de mi mesa, nunca más se sienta con nosotros otra vez" La moraleja es tajante: "Ese tipo de actitud premia la lealtad, el no debate", señaló la publicación.
Titulado "El psicodrama de CFK", el artículo vuelve a pintar un oscuro panorama para el país, luego de que semanas atrás propuso en otro texto "aprender de 100 años de declive" en Argentina. En esta ocasión asegura: "El modelo de crecimiento que sirvió a los Kirchner durante la dícada de 2000 ha llegado a su fin. Se espera que la economía se contraiga este año, se preví que la inflación supere el 35% y las reservas han venido disminuyendo".
Y aunque subraya que "los problemas económicos y la caída de los índices de aprobación han debilitado" a Cristina Kirchner, aclara que "ella sigue siendo el político más poderoso del país".
Tras analizar el rol de Nístor Kirchner como una suerte de protector de su esposa, The Economist asegura que, tras su muerte, Cristina Kirchner "se acostumbró a estar a cargo de todo" y "sólo unos pocos tienen su oído". Entre ellos, menciona al titular del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, y a Axel Kicillof, a quien define como "su joven y dogmático ministro de Economía".
Aclara sin embargo que "el verdadero círculo íntimo de la señora Fernández consiste de dos personas". A renglón seguido menciona al secretario de Legal y Tícnica, Carlos Zannini ("su consejero más cercano"), y a su hijo, Máximo Kirchner ("su otro confidente, que abandonó la universidad y vive en la lejana Patagonia").
Sobre el primero, dice: "Zannini ha mantenido un perfil tan bajo que pocos argentinos reconocen su nombre. Los cercanos a íl lo llaman ‘El Chino’ por su tendencia maoísta durante los 70". Sobre Máximo, indica: "Si bien no tiene un cargo electoral, tiene mucho poder como fundador y líder de La Cámpora, una agrupación juvenil cuyos seguidores ocupan cargos directivos en empresas públicas y compañías privadas".
La nota contiene un subtítulo, "Prada y progresismo", luego del cual se analizan varios temas. En primer lugar, compara a la Presidente con una "momia" a la hora de hablar de los "problemas más difíciles de la Argentina". Y lo grafica con el último discurso de la mandataria ante el Congreso: duró tres horas, pero no habló de inseguridad ni de inflación.
Luego la describe negativamente. Primero, subraya su supuesta terquedad. "Dar marcha atrás no es parte del estilo de la Presidente. La palabra ‘error’ no está en su vocabulario", plantea. El final es sencillamente denigrante con su compañero de fórmula: "Eso, muchos especulan, es la razón por la cual no despidió a Amado Boudou, su inútil vicepresidente".
Lo que sigue es duro con la jefa de Estado, pues cita al periodista del diario La Nación Joaquín Morales Solá, quien ha dicho que "el narcisismo la mueve más que la realidad".
El "credo" kirchnerista, advierte The Economist, "funciona mientras hay dinero". Por eso, dice, en los últimos tiempos del Gobierno "ha tenido que ser más pragmático". Y lo grafica con algunos hechos, como "la devaluación de 15% del peso en dos días", "la compensación a Repsol, una nueva y más creíble estadística sobre inflación, un recorte a los subsidios de agua y gas, y una relación más amistosa con el papa Francisco".
"Este movimiento hacia la ortodoxia será el rasgo distintivo del tramo que resta al mandato de Fernández. No está en su naturaleza ejecutar una vuelta en U y no hay nadie en su círculo íntimo que la inste a hacerlo. Hará lo necesario para prevenir un colapso de la economía, pero no lo suficiente para agarrar el toro por las astas. Esa tarea recaerá en su sucesor", concluye la publicación. Agrega que "la Presidente que una vez aspiró a un tercer mandato sigue teniendo poder, pero se le está escurriendo".
Sobre el final, The Economist reconoce que "no está claro quí hará Fernández al dejar el poder" y alerta de que "la operación en el cráneo en 2013 podría haber cambiado sus planes". Y sugiere que "querrá mantener influencia, al menos para evitar que sus enemigos investiguen acusaciones sobre lavado de dinero y corrupción en su círculo".
Fuente: otrosambitos.com.ar