Desde Minneapolis, en tanto, los reclamos tampoco cedieron, ni en las calles, ni dentro de la investigación del asesinato de Floyd.
“Es un momento agridulce. Estamos muy satisfechos con que el fiscal general Keith Ellison actuó de manera decisiva, arrestó y acusó a todos los oficiales involucrados en la muerte de George Floyd, y agravó el cargo contra Derek Chauvin a homicidio de segundo grado”, tuiteó Ben Crump, uno de los abogados de la familia del hombre afroestadounidense asesinado la semana pasado cuando era detenido en Minneapolis.
Poco antes, durante una visita a un memorial levantado en el corazón de esa ciudad con la familia Floyd, Crump había presionado a Ellison para que impute a los tres policías que miraron impávidos mientras Chauvin se arrodillaba sobre el cuello del hombre afroestadounidense de 46 años durante casi nueve minutos.
Crump había pedido que se los impute a todos antes de mañana, cuando se realizará el funeral, un evento que seguramente congregara a una multitud, incluidas las principales autoridades de la ciudad y el estado de Minnesota.
La decisión de Ellison podría sostenerse en una segunda autopsia oficial difundida hoy y que, a diferencia de la primera, confirma lo que sostiene el examen que hicieron los peritos de la familia Floyd: el hombre murió por asfixia y, por lo tanto, se trata de un homicidio.
La ola de protestas que desató el asesinato de Floyd el lunes 25 de mayo no solo se tradujo en manifestaciones en las calles, sino en una mayor presión sobre los departamentos de policía locales para sancionar a los oficiales que abusan de su autoridad.
Uno de los casos más emblemáticos del momento sucede en Atlanta, donde la jefa de la Policía, Erika Shields, reaccionó rápido y despidió a dos oficiales y suspendió a otros tres que atacaron a dos estudiantes universitarios que viajaban en su auto cerca de una protesta, un caso que se viralizó en las redes sociales.
Pero ayer un fiscal fue aún más lejos e imputó por delitos penales a los seis oficiales sancionados, lo que fue criticado por Shields, quien ya había advertido sobre el creciente malestar en la fuerza.