Celebrado durante años por su lucha contra la corrupción política, el juez brasileño Sérgio Moro empieza a estar cada vez más en los focos públicos por las críticas que lo acusan de haber actuado con motivaciones políticas en su tribunal. Moro, conocido por mandar a la cárcel al popular expresidente Lula Da Silva, les dio argumentos a sus detractores al aceptar una invitación del ultraderechista Jair Bolsonaro para ser ministro de Justicia de su gobierno.#
“La perspectiva de implementar una fuerte agenda anticorrupción y anticrimen organizado me llevaron a tomar esa decisión”, se justificó el juez.
Moro, magistrado de primera instancia en un tribunal de provincias en Curitiba, era casi desconocido hasta hace unos años. Su nombre saltó a la fama cuando mandó a detener en 2016 a Lula para llevarlo a declarar forzosamente ante un tribunal.
En los últimos dos años, el juez se convirtió en el gran antagonista del exjefe de Estado (2003-2010), considerado como el artífice del despegue económico de Brasil en la década pasada y elogiado por haber sacado a millones de la pobreza.
En abril de este año, Moro desmontó finalmente el mito del ícono de la izquierda al ordenar su ingreso en prisión por cargos de corrupción y lavado de dinero.
El juez condenó a Lula a nueve años y medio de cárcel en 2017, tras declararlo culpable de haber aceptado la reforma de un apartamento para favorecer a la constructora OAS en sus negocios con Petrobras. Un tribunal de apelación subió este año la pena a 12 años.
Moro comandaba, hasta ahora, las principales investigaciones de la megacausa Lava Jato. La operación, dada a conocer en 2014, ha puesto en jaque a gran parte de las viejas élites políticas del país.
Realidades distintas
Lula y Moro encarnan dos realidades distintas del gigante sudamericano. Sus figuras representan, en cierta forma, las dos visiones políticas opuestas que se enfrentaron en la reciente elección.
Mientras Moro proviene de la clase media del sureño estado de Paraná, una de las zonas más ricas de Brasil, Lula nació como hijo de campesinos en la empobrecida región del nordeste de Brasil.
El jurista de 46 años y de voz pausada es usualmente reacio a los focos públicos, a diferencia del carismático Lula, un exlíder sindical de 72 años que fue obrero metalúrgico en San Pablo antes de empezar su meteórica carrera política en los ’80.
Popular sobre todo entre círculos conservadores, el juez tiene fama de implacable y de no tener miedo a sentar a los poderosos en el banquillo de los acusados. Moro, sin embargo, es también objeto de crecientes críticas tanto en Brasil como a nivel internacional.
En marzo de 2016, los abogados de Lula acusaron al juez de “abuso de autoridad” por haber ordenado la conducción forzosa de Lula para declarar, sin una citación previa.
Varios juristas criticaron en los últimos meses la dureza de la sentencia de Moro contra Lula, así como la supuesta debilidad de las pruebas presentadas contra el expresidente.
En la reciente campaña electoral, Moro generó críticas por publicar material sobre los casos de corrupción del PT, mantenido bajo secreto judicial durante más de un año, justo días antes de los comicios.
El candidato del PT, Fernando Haddad, perdió finalmente el pasado domingo en la segunda vuelta electoral frente a Jair Bolsonaro.
Lula acusa desde hace tiempo a Moro de ser un “inquisidor” que representa los intereses de las élites que quieren evitar un regreso de la izquierda al poder. “Moro muestra su parcialidad en el Lava Jato al aceptar un cargo en el gobierno de Bolsonaro”, señaló el Partido de los Trabajadores.
Trasladará la Embajada en Israel a Jerusalén
El presidente Jair Bolsonaro afirmó que trasladará la Embajada de su país en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, un paso ya dado por Donald Trump y visto como crítico por sus implicaciones políticas.
Fuente: otrosambitos.com.ar