Corea del Norte tiró la casa por la ventana para la primera jornada de la cumbre en su capital entre su líder, Kim Jong-un, y el presidente del Sur, Moon Jae-in. Hubo una ceremonia de bienvenida con todos los honores ─incluida la presencia de Kim, solo confirmada en el último momento─, una comitiva por el centro de Pyongyang y aplausos enfervorecidos de centenares de millares de personas que se alineaban a lo largo de las calles para dar la bienvenida a este hijo de refugiados de la guerra coreana. Pero, tras la pompa y la circunstancia, los halagos y los vítores, se encontraba la realidad de la reunión: tres días de conversaciones intensas para tratar de salir del punto muerto en el que se encuentra la negociación con EE UU sobre desarme nuclear. Kim afirmó, sin embargo, que su encuentro en junio con el presidente estadounidense, Donald Trump, trajo estabilidad geopolítica y dijo que cree que habrá más avances.#
Un Moon visiblemente emocionado, acompañado de su esposa, pisó el suelo del aeropuerto Sundan (mirar, en castellano) poco después de las diez de la mañana (tres de la madrugada en la España peninsular). Le esperaba a pie de pista Kim Jong-un, también acompañado de su cónyuge, Ri. Ambos dirigentes, en la tercera vez en que se encontraban cara a cara en lo que va de año, se dieron un fuerte abrazo.
La bienvenida formal estuvo constituida por una revista de las tropas, tan impecable y tan ensayada como los desfiles con los que Corea del Norte suele conmemorar sus aniversarios más señalados. Como en esas marchas, grupos de personas, luciendo sus mejores galas, agitaban ramos de flores artificiales mientras aclamaban a los líderes. “¡Unificación! ¡Patria!”, coreaban, según las imágenes retransmitidas en directo por la televisión surcoreana.
Si en la primera cumbre, en Panmunjom en abril, Moon sorprendió al mundo al saltar espontáneamente junto a Kim Jong-un al lado norte de la frontera, en esta ocasión el presidente surcoreano sorprendió a los ciudadanos del Norte al aproximarse a ellos, hacerles una reverencia y estrechar la mano a algunos. Algo que la multitud agradeció elevando aún más el tono de sus vítores.
A continuación, los dos mandatarios recorrieron juntos, en un coche descubierto y saludando al público, algunas de las áreas más céntricas de Pyongyang, donde una multitud muy organizada les saludaba con flores de colores, banderas norcoreanas y de la unificación (estas últimas, blancas con el mapa de la península dibujado en azul). Moon pudo ver, entre otros barrios, el de Ryomyong, un complejo de rascacielos residenciales completado el año pasado en tiempo récord y que el régimen de la familia Kim exhibe como uno de sus logros más recientes.
La cumbre en sí comenzó a las 15.45 (08.45 en España), con una reunión de dos horas en el Comité Central del Partido de los Trabajadores de Corea. Por el momento, sin que hayan trascendido avances significativos. Kim Jong-un, acompañado de su hermana y brazo derecho, Kim Yo-jong, y del jefe de sus servicios de inteligencia, Kim Yong-chol, saludó la mejora de las relaciones entre los dos países y el papel de mediador entre Pyongyang y Washington que Moon ha adoptado. “No es ninguna exageración decir que [la cumbre de junio en Singapur entre Kim y Trump] pudo tener lugar gracias al presidente Moon”, declaró el líder norcoreano. “Creo que llegarán más avances en la relación” entre EE UU y Corea del Norte, agregó Kim, que ha propuesto en una carta otra nueva reunión al inquilino de la Casa Blanca.
Por su parte, el jefe de Estado del Sur expresó su deseo de abrir “una nueva era” en las relaciones entre los dos países. También instó a conseguir que las conversaciones de estos días en Pyongyang puedan dar fruto.
El gran objetivo de la cumbre, la primera en la capital norcoreana desde hace 11 años, es conseguir un punto de encuentro entre la posición de Pyongyang y la de Washington sobre los próximos pasos a dar en el proceso de normalización en la Península, atascado después de la reunión de Singapur.
Si en la ciudad-Estado Kim dio su acuerdo a una vaga declaración sobre desnuclearización en la Península, Estados Unidos reclama que Corea del Norte se deshaga de su programa de armamento atómico y misiles de manera “completa, verificable e irreversible”. Aunque Pyongyang alega que ya ha dado pasos importantes al cancelar sine die sus pruebas de armamento y volar su centro de ensayos nucleares, Washington considera que ese país aún debe tomar más medidas ─abrir sus instalaciones a las inspecciones internacionales, por ejemplo─ antes de hacer concesiones más allá de suspender sus maniobras militares en la zona.
Por su parte, el régimen de la familia Kim reclama garantías sobre su seguridad, específicamente un acuerdo de paz que ponga fin definitivamente a la guerra de Corea (1950-1953), detenida hasta ahora solo por un armisticio.
La clave, había opinado Moon tras una reunión este lunes con sus principales asesores, será “encontrar un punto de coincidencia entre las exigencias de EE UU sobre pasos para la desnuclearización, y la exigencia del Norte de pasos correspondientes que garanticen su seguridad y pongan fin a esa relación hostil”. “Creo que la cuestión de la desnuclearización puede avanzar muy rápido si se reaviva el diálogo y ambos líderes vuelven a sentarse cara a cara”, había agregado el presidente surcoreano.
Fuente: otrosambitos.com.ar