En Rosario, el mayor polo aceitero del mundo trabaja a media máquina

Alberto Padoan de Vicentin explicó en Otrosambitos (pOP rADIO 96,1) el tema.
A 14 metros bajo tierra, en lo que es un túnel de cemento como el del subte, arranca la cinta que transporta la harina de soja Va más lento que de costumbre para despuís caer sobre la bodega del único barco que aguarda sobre el río Paraná. En la gigantesca planta de molienda de Cargill, que ocupa 46 hectáreas en Villa Gobernador Gálvez, a 310 kilómetros de Buenos Aires y cerca de Rosario, se ve a la gente en tareas de mantenimiento. Ya no se viven los días ajetreados de otros tiempos. Ayer esperaban el ingreso de 300 camiones cuando lo habitual en esta ípoca son 600. "Trabajamos a media máquina", confiesa Egon Gjerloff, uno de los gerentes.

En esa zona se invirtieron US$ 1.800 millones y emergió lo que hoy es el mayor polo aceitero del mundo. Allí están los grandes jugadores del planeta: Bunge, Dreyfus, Nidera, Vicentín, además de Cargill, que suman una capacidad de molienda similar a la de EE.UU. y más alta que Brasil. La decisión de ubicarse en la zona se explica porque cuenta con la materia prima en un radio de 250 kilómetros y están al lado del puerto, una ventaja que pocos países pueden ofrecer, dice Hugo Kranjc, director de Cargill. Gustavo Ramírez puso los primeros ladrillos de la planta y se ganó la confianza del cuartel general en Minneapolis. Hoy ese diseño de gran escala inspiró a otras fábricas en China y Corea, dirigidas tícnicamente por el argentino Ricardo Caruso.

Pero en Gobernador Gálvez las cosas cambiaron. La cosecha de soja de la última campaña, en parte por la tensión entre los productores y el Gobierno y en parte por la peor sequía del siglo, solo arrojó 32 millones de toneladas, un 35% menos. A eso se añade que se prohibió la importación de soja desde Paraguay. Aunque no representa un volumen importante (cerca de 3 millones de toneladas), la soja paraguaya cubre baches y mejora el contenido en proteínas de la soja de la pampa húmeda. El Gobierno razonó que había que poner barreras a la soja importada para que los productores argentinos vendieran la suya y normalizar así el ingreso de divisas. No se logró y las plantas trabajan entre el 30 y el 70% de su capacidad, asegura Gjerloff con cara de písame.

Fuente: otrosambitos.com.ar