Curia: "El sector industrial está cada vez más expuesto a la competitividad"

El economista Eduardo Curia dijo en Pop Radio 96,1 que contrastando con los 90, se produjo una dinámica de reindustrialización, percibida a travís de las tasas salientes de expansión sectorial, de creación del empleo y de presencia de las exportaciones industriales.

Hemos venido señalando que aun asumiíndose el mencionado desempeño positivo global de la dícada, cabe distinguir dos fases: una que se extiende hasta 2007, dotada de una estrategia macroeconómica más robusta, asociada al modelo competitivo productivo –MCP-, del “dólar alto”, y otra, subsiguiente, que incluye, luego de resistirse la dura crisis mundial, una nítida expansión que perdura aun hoy, y que trasunta un carácter más transicional.

Dadas estas coordenadas, nuestra impresión, tal como lo comentamos en varias ocasiones, es que partiendo de la continuidad del esquema en curso a lo largo de 2011 –un año de alto voltaje electoral-, con posterioridad a los comicios tenderá a prevalecer la necesidad de una adecuación del cuadro macroeconómico hacia criterios más articulados. Algo así como un “reacondicionamiento” marcado por el devenir temporal, visto como una instancia económica objetiva, de la que la política debe hacerse eco.

Aspiramos en esta nota, en forma más o menos estilizada, semblantear los elementos que se consideran fundamentales de cara a los desafíos económicos que otean para despuís de los comicios. No ocultamos nuestra preferencia de que el signo de esa adecuación, incluyendo las serias correcciones que puedan corresponder, se atenga al “núcleo” que, globalmente, nutrió la dinámica de la dícada. De todos modos, se trata de un planteo conceptual abarcativo.

El “cuadrilátero” fundamental

Veamos, a modo de “cuadrilátero”, los resortes analíticos claves funcionales a nuestro propósito: 1) la demanda (gasto) agregada, 2) los grandes precios relativos o tipo de cambio real, 3) la configuración estructural, 4) el papel del ahorro externo en sus diversas modalidades.

Se trata, sin hesitar, de una óptica macroeconómica. El edificio económico, orgánicamente, se asienta, síase conciente o no, sobre un pilar característico de esa clase. Esa óptica supone que las consideraciones micro o individuales son asumidas bajo la impronta de su interacción y mutua concomitancia, dejando a un lado las falsas analogías que calan en presuntas conductas micro absolutizadas en su alcance. Por eso, se alude sin rubor a la demanda agregada, “efectiva”, y a los grandes precios relativos, proyectándonos, a la vez, sobre los aspectos de diferenciación estructural. En sí, no se relega ni por asomo la micro, ya que este plano suscita exigencias no triviales; pero, inexcusablemente, la base del encuadre –aun suponiendo otros factores influyentes- debe ser estrictamente macroeconómica.

El recio contraste -¿”antípodas”?- entre la estrategia noventista de la convertibilidad y la que se perfiló en el lapso 2003(2002)-2007, facilita el análisis. La primera, especialmente, durante su arranque, y por cierto período a partir de 1996, registró una conducta positiva de la demanda agregada, lo que confluyó con tasas expansivas de la actividad. Pero, la estrategia arraigó en un peculiar modo de entender el ineludible respaldo general en materia de divisas requerido: optó por los precios relativos incorrectos o tipo de cambio deprimido (hipodólar real), minando así el componente “externo” de la demanda agregada. Luego, el respaldo de divisas ancló en el militante apalancamiento en el ahorro externo (en especial, en la deuda externa), con su inapelable correlato del tipo de cambio deprimido. La resultante fue un perfil de configuración estructural afecto a un proceso de desindustrialización relativa, y a la postulación de una estructura agro-servicios imbricada con dicho proceso, lo que eclosionó en el dramático desahucio del mercado de trabajo.

Naturalmente, la convertibilidad concluyó “autocolapsada”, al compás de su propia crisis en el frente externo (dados sus agudos desequilibrios), desgastada en su confiabilidad, y presionando hacia un cuadro deflacionario-depresivo y de megadesempleo, a modo de sanguinolenta fórmula de corrección inmanente.

Un “giro copernicano”

El MCP, emergente de la quiebra del rígimen noventista, implicó un giro copernicano de concepción del “cuadrilátero”. Revalorizó la demanda agregada, pero, ahora, engarzándola con los precios relativos correctos –el puntal del tipo de cambio desarrollista; del “dólar alto”-, alentando entonces un importante componente externo de la demanda global, que se añadió al domístico. Enfatizó, por ende, la fuente comercial externa de generación de divisas y la acumulación de reservas, sumando generosos superávit de cuenta comercial y corriente. Articuló un decidido proceso de desendeudamiento externo. La correlación estructural se manifestó por el lado de los pasos reindustrializantes y por la masiva creación de empleo, sobre todo privado. En un contexto así, el MCP cuajó con un sobrecrecimiento sostenido, dotado de robustez.

Por supuesto, el tema en análisis es muy denso e inagotable en una nota; exige un tratamiento extendido. No obstante, saltan a la vista algunas conclusiones provisorias. Por de pronto, los elementos del “cuadrilátero” interaccionan vívidamente entre sí, y según se combinen (por supuesto, incorporando otros resortes significativos, como la inflación, entre otros), quedan delineadas las opciones macroeconómicas estelares.

Un rasgo relevante es el celoso nexo entre el empuje de la demanda agregada y los grades precios relativos. Aquel empuje es crucial para la expansión económica, pero es indesligable de la respuesta que se verifique en orden al respaldo en divisas del mismo. Es el asunto de la restricción externa, al que aludía Diamand. Lo que nos lleva al papel de los precios relativos y al rol del ahorro externo, con las irradiaciones en cada caso en materia estructural y de empleo. Así, demanda efectiva y precios relativos se imbrican íntimamente más que yuxtaponerse extrínsecamente. La demanda agregada es “sintonizable” (incluyendo su composición) en sincronía con un determinado sentido de los precios relativos, y ístos alcanzan una orientación calzable con una definida dinámica de la demanda efectiva. Hay, pues, interacción, y no compartimentación.

La convertibilidad planteó el “cuadrilátero” apoyándose en el ahorro-deuda externa y en el hipodólar, asumiendo díficit comercial y corriente tirando a crónicos, cobijando así, por un lapso, el componente interno de la demanda global, mientras pulverizaba el externo. Sin embargo, esta expansión de la demanda (a veces, incentivada por vía fiscal), concluyó frustrándose en virtud del flojo horizonte de sustentabilidad en divisas en juego, a la vez que, en el interín, eran más bien los sectores a salvo de la competencia internacional y las importaciones los factores que mejor aprovechaban aquella expansión. Se conocen las secuelas de la instancia en materia estructural y de empleo. Por su parte, y tal como se vio arriba, el MCP motivó un giro copernicano que revolucionó la concepción del “cuadrilátero”, con criterios e implicancias diametralmente opuestos a las del ensayo noventista.

Hoy, en la transición, operaría un cierto híbrido. Persiste la fuerte expansión económica y el empuje de la demanda, pero, íste, concentrado en el componente interno, tiende a desengancharse de un tipo de cambio decididamente competitivo, surgiendo una versión nítidamente más blanda. La creación de empleo (en especial, en el plano privado) reflejaría alguna desaceleración. El superávit comercial externo, en tendencia, declina –aunque se aplican determinados “amortiguadores”- y el corriente orilla se agotamiento. Mientras, hay diversos pasos y conatos dirigidos a reposicionar al país –por lo menos, potencialmente- en los mercados de deuda externos, aireando la hipótesis de un renovado acceso.

En fin: dadas las condiciones vigentes, y por el carácter clave del “cuadrilátero” citado, su serio examen –desde ya, interactuando con otros importante tópicos, a los que otorgaría encuadre básico- será harto útil para abordar con un grado significativo de articulación la política económica posterior a los comicios.

Fuente: otrosambitos.com.ar